Carta a los de la T del orgullo LGTBI que se lo han cargado, al resto de posmodernistas.

Lo que hasta hace poco creía que era algo fresco, una suerte de la libertad de expresión, lo han terminado de matar estos de la T, indigenTes intelectuales, apoyados por gobiernos, universidades, pues esto nació en los campus norteamericanos, y el pensamiento radical de una izquierda que no la reconoce nadie y, siendo necesaria a mi juicio, cada vez identifica a menos. La dictadura de lo divesitario, la cancelación, el posmodernismo y el régimen de la corrección política, con sus policías del lenguaje, más propios de la distopía orwelliana, lo han convertido en justo lo contrario, una cabalgata vergonzosa que parece festejar el triunfo de la opresión, y la censura. La imposición, por la fuerza, con la ayuda del sector político, el de esos payasos (payasas y payases) que precisan de ultralevura neuronal, apoyados en un falso buenismo, nos lleva a la degradación del ser humano, de lo más sagrado, su libertad de expresión y hasta la libertad para el conocimiento.
Y creo que va tocando ya ser valientes, pues los insultos que otrora me podían ofender, viniendo de estos terroristas intelectuales, ya los tomo como piropos. Así que ya cuento, antes de escribirles esta carta, con que para ellos seré un facha, un radical de ultraderecha, un nazi, un franquista y todas esas cosas que sé que no soy y que precisamente corrobora el hecho de que me lo digan ellos.
La libertad, no es que esté comprometida, es que está censurada y sancionada, proscrita, como en las peores represiones políticas. No se puede pensar diferente a lo que ellos consideran dogma, como en las religiones totalitarias. Los investigadores no pueden llevar a cabo estudios ligados a la raza o al sexo, por supuesto. Nadie puede hablar o escribir con normalidad sin que los censores se le echen encima.
El desfile de hoy ha pasado de pintoresco y muestra de libertad a patético y muestra de la sinrazón, de la provocación, de la parafilia y hasta la pornografía. Y esto no es porque yo me haya inclinado a posturas más conservadoras, no. Antes bien, se debe a que se lo han ganado a pulso los políticos que le han dado toda la cancha del mundo a quienes, a base de borrar y borrar la verdad, han llegado a borrar toda la realidad, a la mujer, a las orientaciones sexuales, a los inmigrantes y emigrantes, a la discapacidad, a los pobres, a la historia y las naciones, y a todo lo que su discurso ininteligible, absurdo, zafio, deconstructivista, biofóbico, ya que tanto les gusta ese sufijo fóbico, y posmoderno ha eliminado y cancelado.
La dictadura diversitaria y de la corrección política trae eso consigo. O eres una minoría y «te sientes» discriminado, o eres un facha, reaccionario, intransigente, etc. Hoy en día tienes que buscar, y si no te lo inventas, algún rasgo por el que te hagas diferente y enarboles la bandera de la discriminación, la visibilidad y toda la parafernalia. O niegas la realidad científica, cosas como que dos y dos son cuatro, la psicología evolutiva, la genética, o posturas como la de que en el homo sapiens las gestantes son las mujeres, existen dos sexos, el sol sale por el Este, o eres un primitivo. Si te sientes hombre negro, ¿quien te ha dicho a ti, mujer caucásica blanca, que no lo eres? Si ya, como en mi caso, eres heterosexual, blanco y cristiano, date por jodido. Esta gente acusa a la mujer que lleva bikini de estar cosificada y a la que lleva burka de saber huir de las miradas machistas heteropatriarcales. Así está el tema, pero seguimos aplaudiendo sus reivindicaciones inventadas porque parece que nos hace buenos.
Pues mira no. Ya está bien. Me voy a dirigir a vosotros, por supuesto en masculino genérico porque me gusta hablar y escribir con propiedad, correctamente, y no prostituir el lenguaje a merced de intereses y agendas. Vosotros que por no querer ser, no sois nada, lo que sí que censuráis y os molesta es que los demás queramos ser algo, tener una identidad. Y, con el toletole de que si no, os enfadáis y deprimís, y si lo hacéis es porque se os discrimina, y vienen las invenciones de tasas de suicidio, etc., sí, vosotros, que llegáis a aplaudir y adorar estudios, hechos precisamente para ver el nivel de deterioro moral que sufrís, en el que se acusa al pene del hombre heterosexual, del cambio climático. Vosotros estáis enredando a la gente, confundiendo a lo niños de forma irreparable y torticera, y transgrediendo las fronteras de lo racional. Así que os voy a decir algunas verdades que no podéis deconstruir:
– Hay dos sexos, y hagáis lo que hagáis con lo que, por naturaleza, no por asignación, tenéis entre las piernas al nacer, sigue habiendo dos sexos, no 87, se siente, certificado en los cromosomas. Eso lleva consigo que, de entre los humanos, el único sexo que puede parir es la mujer. No me vengáis con gilipolleces del tipo de que si hay una cultura nipona en la que los hombre tienen partos intelectuales. La verdad, la ciencia, no se borra porque queráis unos cuantos hacer una hoja de ruta para borrarla.
– Existe la disforia para una inmensa minoría. Hay menos disfóricos que gente con retinosis pigmentaria. No queráis ser tan absurdos como estáis siendo para generalizar. Si os queréis cortar un brazo, como ya ha ocurrido, porque amanecéis «sintiéndoos» discapacitados, o amanecéis sintiéndoos negros, chinos, gitanos, perros, etc., por mí, como si decidís empezar a maullar en lugar de hablar, total, para cómo habláis que no se os entiende.., pero no queráis imponerlo a una sociedad que cree en la libertad, en la realidad y en la ciencia, so negacionistas.
– No debería ningún gobierno permitir que se catequizara con esta ideología de censura en las escuelas. Y aun menos con inculcar a niños prepúberes para etiquetarlos ya, en función de lo que observe la comunidad educativa, en alguna de esas realidades que os inventáis.
– No debería permitirse que cualquier parafílico que tenga ganas de ducharse o hacer pipí donde lo hacen personas del otro sexo, por ejemplo, se levante por la mañana afirmando que es de ese otro sexo, sin posibilidad de que nadie le diga lo imbécil que está siendo ni el delito que quiere cometer.
Y ahora vamos un poco con los guerreros del constructivismo social y la policía del lenguaje inclusivo:
– Inventarse pronombres para designar seres sexuados que alteran sus atributos físicos, es la ignorancia gramatical pluscuamperfecta. Sólo puede denotar lo mucho y variado que fumasteis jugando al mus mientras otros entrábamos a clase de lengua. Y es que atesoráis una idiotez tal, que asusta y no poco.
– Proscribir el uso del masculino inclusivo no le va a la zaga. ¿Sabéis que en países donde se mutilan los órganos sexuales de la mujer se utiliza el femenino genérico, que existe porque no es una cuestión social sino gramatical?
– Por poner un ejemplo gráfico de conversación tribal en uno de estos países, porque si voy a la teoría no lo pilláis:
(contexto. Llegan a la choza de la familia Nnnge un chamán y su ayudante)
– (chamán) -Queridas madres (dirigiéndose a sus progenitores de ambos sexos), venimos a llevarnos a vuestra hija Maripepi Nnngue para extirparle el clítoris, no sea que de mayor disfrute.
– (progenitores): – Nada, descuiden, sin problema, aquí la tienen, llévensela y gracias por usar el femenino inclusivo porque en occidente son tan patriarcales, qué digo, tan franquistas, que utilizan el masculino los muy machirulos.
Ese es el nivel. Como las razones gramaticales ya las he explicado en otros artículos y basta con estudiar un poco, pues eso.
– Más cosicas. La fórmula «Personas + atributo» me copa: Puestos a borrar, utilicemos lo de personas que se le puede vender muy bien el buenismo adormilado y después busquemos algo que no identifique sino que diluya. De esta forma tendremos «personas menstruantes» o «personas gestantes». Pues mirad. Las únicas personas gestantes o menstruantes en este planeta son las mujeres. No las borréis, haced el favor, y después os declaréis feministas. Que no cuela. «Personas con capacidades diferentes» somos todas las personas. No borréis, hatajo de sinvergüenzas a los que padecemos una discapacidad bajo una fórmula que supuestamente nos iguala. No iguala, borra, que es lo único que pretendéis. Exactamente lo mismo que el Gran Hermano de George Orwell en la novela imprescindible para entender vuestra pretensión, «1984».
– Y así podría seguir hasta la náusea.
Quedaos con que no soy yo sólo sino que somos legión los que creemos en la realidad, ni tan siquiera en nuestra verdad, y en la libertad de expresión, que es exactamente lo contrario de lo que tratáis de imponer. Y sabed que esa cabalgata de este fin de semana, otrora explosión de júbilo y normalidad, la habéis convertido en el desfile de los censores, por más arcoiris que os pintéis. Que estáis echando por la borda y abocando a la reacción lo que se había mantenido en la mesura por torpeza o mala idea de los que imponen agendas y hojas de ruta para cambiar el orden.
Ojo al giro que se os va a venir y os estáis ganando a pulso. Después vendrán las madresmías. Cuando estos que ahora os ensalzan y que no saben ni escribir (perdón por la digresión pero he visto esta mañana lo del imperativo «sentaros y sentiros libres» en la mesa de un bar), digo que cuando estos hayan terminado de desaparecer, que van de cabeza, entonces ya veremos.
Habéis tenido la coyuntura de tener la bravura intelectual que os respalda y que se ha encontrado con más poder del que les correspondía por votos. Esos que no dicen una palabra derecha, que dicen que la libertad está en la máquina del café y en contar allí con quiénes os habéis acostado muy libremente el sábado, y supongo que pensando también en los pescadores que faenan, en los mineros que taladran la piedra o en los campesinos que trabajan la tierra, y sus respectivas máquinas de café.
Termino ya. Espero que me juzguéis de facha y de discurso del odio a cancelar como poco, por esta carta, porque eso, siendo falso, significa que va por el buen camino. No albergo odio a ninguna manifestación libre que no conculque mi libertad. Ahora bien, muchos de vosotros os hacéis odiosos, censores mayores del reino, precisamente por eso, por censurar, prohibir y vilipendiar a quienes no están de acuerdo con lo que os inventáis. Por eso, en el día del Orgullo, me siento como esa chica que en el anuncio de Apple de 1984 arrojaba la maza a la pantalla donde el Gran Hermano seguía dando consignas a la sociedad.
Muy orgulloso, pues, de ser políticamente abyecto